miércoles, 29 de septiembre de 2010

Sobre el problema de la lengua de Andalucía

A veces la búsqueda de la propia identidad se convierte en la entrada a un laberinto del que resulta casi imposible salir. Impelidos por una oscura necesidad de dar respuesta a la pregunta de «quienes somos», traspasamos un umbral tras el que existe un paisaje desconocido, pero que nos atrae irremisiblemente. Volvemos la vista hacia el pasado, pero sólo alcanzamos a vislumbrar jirones de la Tradición que la Modernidad ha difuminado casi por completo. Así, armados sólo de voluntad, intentamos asir con fuerza el hilo de Ariadna, único anclaje que evitará que nos perdamos para siempre en esa tierra ignota. Y ese hilo de Ariadna no es otro que el conocimiento científico.

Desde el siglo XIX el redescubrimiento, la comprensión y la reivindicación de las diferentes naciones de Celtiberia ha sido uno de los ejes del pensamiento y la acción política del estado español. Otro ha sido su ninguneo. Fueros, división provincial, cantonalismo, federalismo, independentismo, unitarismo, centralismo han sido proyectos y propuestas presentes en los dos últimos siglos. Pero la aproximación a la realidad de cada una de las naciones, o de Celtiberia en su conjunto, se ha producido desde diferentes perspectivas, a menudo contradictorias entre sí, bajo las que subyacían determinadas ideologías que van de lo religioso a lo político. Obviedades por todos sabidas. Andalucía no ha sido una excepción en estos procesos.

Cuando una estructura política es fuerte, ideológica y étnicamente coherente, penetrada por una visión mítica (o mística) de la realidad y del sentido de su devenir en la Historia, actúa en ella una energía centrípeta que empuja al conjunto de su población, abstracción hecha de minorías inasimilables, a sentirse integrado en un proyecto común y a cada uno de sus individuos a buscar un lugar preciso en su seno, intentando encarnar de la mejor manera posible los valores de dicha sociedad, sentidos y queridos como propios. Es el caso de la Corona de Castilla, desde su «prehistoria» galaico-asturicense hasta más allá del siglo XVI. Cuando una estructura tal se debilita, su «mito» deja paulatinamente de ejercer atracción y los hombres se van alejando progresivamente hasta no reconocerse en ella. Desaparecidos el empuje de la Reconquista y la Misión Imperial, y sumida Hispania desde el siglo XIX en una, por así decir, «parálisis histórica», algunos espíritus meridionales buscan otros paisajes donde reconocerse y reencontrar un sentido «más ilusionante» a su transcurrir por este mundo. Y traspasan el umbral. Y «redescubren» que, en verdad, ellos nunca pertenecieron a las estirpes de reconquistadores, y que sus antepasados jamás sangraron en los Tercios. Ellos, en verdad, eran «el otro», humilde, culto, y eternamente derrotado. Pero que siempre permaneció allí. El verdadero andalusí, que sólo en aquel retazo del paraíso, en la ensoñación de Al Andalus, tuvo ocasión de mostrar al mundo su verdadera faz. O en la Atlántida tartésica. Y se comienza a trazar una interpretación histórica del propio pueblo que bascula entre el discurso del eterno «humillado» y el del paraíso perdido. Sólo bastaba rebuscar un poco para que el verdadero pueblo andaluz se manifestase en su plenitud, arteramente acallada durante siglos de opresión y etnocidio. Bastaba mirar alrededor para constatar cuan ingente era la cantidad de testimonios que avalaban la especificidad, la nacionalidad, o más aun, (Andalucía: Más que nacionalidad, como reza el título de una obra de José Luis Acquaroni) andaluza.

Sin embargo, en algún momento impreciso de esa búsqueda se había dejado caer el hilo de Ariadna. Si la ciencia histórica ha demostrado hasta la saciedad la vastedad del proceso de sustitución étnica verificado en Andalucía, lo que la investigación genética ha corroborado hasta hoy, simplemente se obvia. Si la antropología cultural ha establecido la exacta equivalencia, y la coherencia de las transformaciones que llevan a divergencias, entre los grupos humanos que ocupan las tierras de la Meseta, de Extremadura y de Andalucía, pues se obvia también. Y si los lingüistas no pueden tomarse en serio la existencia de una lengua andaluza derivada de de un romance propio de «Andalucía» (región que, por lo demás, sólo tiene una realidad administrativa, en absoluto histórica, ni etnológica), pues entonces se trata de inquisidores siempre a la búsqueda de imponer sambenitos[1].

La reconstrucción de la identidad perdida, en verdad un pretendido desvelar lo que nunca se perdió, afecta algunos, tampoco muchos, ámbitos. Pero si existe uno llamativo, pintoresco, es el de lengua. Por un lado, hay quien sostiene que los rasgos diferenciadores de las hablas andaluzas son consecuencia de un verdadero y propio proceso de dialectalización del castellano, originado esencialmente por una presión del sustrato popular pre-castellano que habría transformado la lengua de los «amos feudales del norte», dándose así origen a un dialecto diferenciado con sus variantes. Otros van más allá: las hablas de Andalucía procederían directamente del romance hablado durante el periodo musulmán en Andalucía (sólo notar aquí que se mantiene constantemente borrosa la distinción geográfica entre Al Andalus y la Andalucía de hoy), que habría acabado imponiéndose a la lengua de los conquistadores castellanos. Se ha llegado a afirmar, pásmense, que el Poema de Mio Cid o el Poema de los Infantes de Lara pertenecerían, junto a otros, a una épica andaluza de quizás, quien lo duda, lejanas raíces árabes, presuntamente escrita en romance andaluz, habiéndose traducido al castellano tardíamente. Las posiciones y los gustos son múltiples y variados. La lengua, con sus características propias, sería así el testimonio vivo de la existencia de un pueblo andaluz, irreducible al castellano.

Sin embargo, quizás las cosas no estén tan claras. En toda lengua, las transformaciones fonéticas, que pueden estar provocadas por diferentes causas, provocan unas «incoherencias» en el sistema que son resueltas mediante otras innovaciones. Estos procesos pueden tener alcance general o local en función de muchos factores. Y el castellano de la mitad sur de la península se vio afectado por unas transformaciones que se expandieron por todo el ámbito lingüístico y otras no. Y estas transformaciones no tienen por qué estar relacionadas directamente con la existencia de sustratos étnicos, como se ha podido constatar en fenómenos de cambio de muchísimo más alcance, como los procesos de mutación consonántica verificados en alguno dialectos griegos o, ésta es la opinión del abajo-firmante, en el caso de la mutación consonántica germánica. Frente a la dinámica «disgregacionista» «dialectalizante» de estos fenómenos sólo es eficaz el establecimiento de una clara norma general, que, por lo demás, fue el caso del castellano. Lo que está completamente fuera de lugar es construir un discurso nacional o étnico a partir de estos fenómenos. Ni en el sur, ni en el norte.

Pero vayamos a los datos concretos. No siendo este un trabajo especializado, ni muchísimo menos, nos limitaremos a resumir los datos que ofrece Rafael Lapesa[2]. Lo primero que habría que señalar es que los rasgos característicos de las hablas andaluzas, esencialmente fonéticos, pertenecen al grupo de rasgos propios del denominado «castellano meridional», que se habla, grosso modo, al sur del Sistema Central. «Un cambio radical del consonantismo, iniciado ya en la Edad Media, pero generalizado entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII, determinó el paso del sistema fonológico medieval al moderno» (Lapesa, op. cit. p. 370). Yeísmo (pronunciar [yáve] por llave), aspiración de la /-s/ implosiva, que a su vez provocó ciertas aperturas y prolongaciones de vocales y creó transformaciones morfológicas: el plural no lo marca la -s sino el timbre y la cantidad vocálica, mientras que en la conjugación, tras perderse la -s, la segunda persona se diferencia de la primera y tercera por la apertura vocálica, neutralizaciones de /r/ /n/ y /l/ (pronunciar [kánne] por carne o [gorpe] por golpe), relajación de las sonoras interiores (pronunciar [vestío] por vestido)y preservación de la aspiración de la /h/, (pronunciar la h de ahogar de forma aspirada), arcaísmo que se perdió en las Castillas Vieja y Nueva. Todos estos rasgos, esenciales en la caracterización de las hablas de Andalucía son comunes en distinto grado según comarcas a las hablas de Castilla La Nueva, Extremadura Murcia, Andalucía y Canarias, e incluso en enclaves de Ávila al norte de la sierra, constatándose su existencia ya en algunos casos ya en el Toledo del siglo XII. Por otro lado los cambios fonéticos bajomedievales del castellano no son privativos del habla del sur. Por ejemplo, (Lapesa, op. cit, p. 373) el aflojamiento deafricadas en fricativas, que conduce de coç a coz, se producen en el norte y la meseta septentrional de manera independiente al fenómeno andaluz en el siglo XV. En cuanto a los rasgos susceptibles de ser individualizados estrictamente en el ámbito geográfico andaluz se reducen a unos pocos que, por lo demás, tampoco corresponden a la totalidad del territorio de las ocho provincias. Muy tardía es la aparición y consolidación del seseo y el ceceo, pero su imposición rápida y arrolladora. Escribe Lapesa (op. cit. p. 375): «Arias Montano, nacido en 1527, dice que siendo él mozo, los andaluces, incluso los sevillanos, distinguían s, z y c como los toledanos y los castellanos viejos; pero que veinte años después las confundían, si bien cuando el escribe (1588) la pronunciación antigua se mantenía “entre buena parte de los ancianos más graves y entre los jóvenes más educados». La relajación de la /?/ (el sonido de la letra ch) que se convierte en /š/ (el sonido que en la grafía inglesa correspondería a sh) que produce en Andalucía [nóše] por «noche». El resto de rasgos reseñables propios del occidente andaluz serían los desplazamientos de acento en algunas formas verbales ([véngamos] por vengamos), en el oriente la desinencia -eis o por -ís (decir venéis por venís) (algo propio también en algunas zonas de la Mancha) y una terminación distinta de la segunda persona de plural del perfecto. Y poco más. Muy poco, nada en verdad, para caracterizar una lengua distinta al castellano y, para algunos, procedente del mozárabe andalusí.

Sea como fuere, más allá de las argumentaciones y los debates, lo que subyace, en el fondo, es una elección. La elección de una identidad a (re)-construir, en verdad de una quimera, con materiales diferentes a los que sirvieron para crear, con sus luces y sombras, la Andalucía reconquistadora, repobladora, castellana. La Andalucía europea. La Andalucía real.

Es preciso reconocerlo: a veces, lamentablemente, el sueño de la identidad produce monstruos.

Olegario de las Eras

viernes, 24 de septiembre de 2010

Mahmud Ahmadinejad y el Holocau$to

Es posible que muchos de ustedes hayan visto ya este video, pero lo considero un buen aporte, interesante y entretenido en cierto modo. (Fijense en la cara del estadounidense cuando ya no sabe rebatir) En el video podemos ver al actual presidente Iraní Mahmud Ahmadinejad, varios argumentos revisionistas sobre el Holocausto, que al parecer han causado mucha polemica, junto a otras declaraciones despectivas hacia el pueblo judío, a mi parecer y al de mucha gente bien merecidas.
Sin mas dilacion: (Recomiendo Desactivar la musica del blog, para hacerlo dirijase hacia la parte final del blog)

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El Problema Judio. (por ignacio ondargain)



El judío lleva a la práctica su naturaleza sin tener piedad alguna con los no judíos y esta actitud ha calado muy hondo en las naciones en las cuales ha venido a desarrollarse. No es únicamente en Occidente donde al judío se le ha atribuido la reputación de usurero sin escrúpulos, sino que esta fama la ha ganado en todas las naciones en la que se ha instalado. El libro de “Las mil y una noches”, recoge, entre numerosos cuentos de diversas tradiciones del mundo islámico, la “Historia de Aladino y la lámpara maravillosa”. Aladino, un niño pobre e inocente, habiendo encontrado una lámpara mágica, habíale pedido al genio de la lámpara comida para poder alimentarse él y su madre viuda. El genio, siguiendo sus dictados, se lo había dispuesto en unos platos preciosos. Dice así este cuento:

“Aladino y su madre tuvieron para dos días con los alimentos que les había llevado el genio. Cuando se hubo terminado la comida, Aladino cogió uno de los platos que le había llevado el esclavo. Era de oro puro, mas el muchacho no lo sabía. Se dirigió al mercado, y lo vio un judío más malicioso que el diablo. El muchacho le ofreció el plato, y cuando el judío lo hubo contemplado, se retiró con Aladino a un rincón para que nadie lo viera. Lo examinó bien y comprobó que era de oro puro. Pero ignoraba si Aladino conocía o no su precio. Le preguntó: “¡Señor mío! ¿Por cuánto vendes el plato?”. “Tú sabes lo que vale”, le contestó. El judío permaneció indeciso sobre lo que había de dar a Aladino, ya que éste le había dado una respuesta de experto. De momento pensó en pagarle poco, mas temió que el muchacho conociera el precio; luego pensó darle mucho, pero se dijo: “Tal vez sea un ignorante que desconoce su valor”. Se sacó del bolsillo un dinar de oro y se lo entregó. Aladino se marchó corriendo en cuanto tuvo el dinar en la mano, y el judío comprobó así que el muchacho desconocía el precio del plato. Por esto se arrepintió de haberle dado un dinar de oro en vez de una moneda de sesenta céntimos. (...)

Aladino, cada vez que se le terminaba el dinero, cogía uno de los platos y se lo llevaba al judío, el cual los adquiría a un precio irrisorio. Habría querido rebajar algo, pero como la primera vez le dio un dinar, temió que si le bajaba el precio se marchara el muchacho a venderlos a otro, y él perdiera tan magnífica ganancia. (...)

Cuando se acabaron los platos, nuevamente Aladino invocó al duende de la lámpara y este le sirvió una mesa con doce magníficos platos con los guisos más exquisitos y cuando se les hubo terminado el alimento, Aladino escondió debajo de su vestido uno de los platos y salió en busca del judío para vendérselo. El destino quiso que pasara junto a la tienda de un orfebre, hombre de bien, pío y temeroso de Dios.

Cuando el anciano orfebre vio a Aladino, le dijo: “Hijo mío, ¿qué es lo que quieres?. Son ya muchas las veces que te veo pasar por aquí y tener tratos con ese judío, al cual le das algo. Creo que ahora llevas algún objeto y vas en busca de vendérselo. ¿No sabes, hijo mío que procuran adquirir los bienes de los musulmanes, de los que creen en el único Dios (¡ensalzado sea!), a precio regalado, y que siempre engañan a los creyentes?. En especial ese judío, con el que tienes tratos y en cuyas manos has caído, es un bribón. Si posees algo, hijo mío y quieres venderlo, muéstramelo sin temor pues te pagaré lo que Dios (¡ensalzado sea!) manda”. Aladino mostró el plato al jeque, y éste lo examinó, lo pesó en la balanza y preguntó a Aladino: “¿Era como éste el que vendiste al judío?”. “Sí, era exacto y de la misma forma”. “¿Cuánto te pagaba?”. “Un dinar”.

“¡Ah!. ¡Maldito sea el que engaña a los siervos de Dios (¡Ensalzado sea!)!”. Miró a Aladino y añadió: “Hijo mío, ese judío ladrón te ha estafado y se ha burlado de ti ya que esto es de oro purísimo; lo he pesado, y he visto que vale sesenta dinares. Si quieres aceptar su importe, tómalo”. El viejo orfebre contó los sesenta dinares, y Aladino los aceptó y le dio las gracias por haberle descubierto el engaño del judío”.

Pero, más allá de todo el marasmo de tergiversaciones y mentiras, ¿cómo llegó a ser y cuál es el substrato humano sobre el que llegó a formarse?.

En primer lugar, deberíamos de tener en cuenta que el judío es la encarnación histórica y temporal de una corriente contrainiciática que existe desde el inicio de los tiempos. Antes veíamos cómo Hitler en “Mi Lucha” dice: “Pues bien, aquí también todo es prestado o, mejor dicho, robado. La personalidad primitiva del judío, por su misma naturaleza, no puede poseer organización religiosa, debido a la ausencia completa de un ideal y, por eso mismo, de la creencia en la vida futura. Desde el punto de vista ario, es imposible imaginarse, de cualquier forma, una religión sin la convicción de vida después de la muerte. En verdad, el Talmud tampoco es un libro de preparación para el otro mundo, pero sí para una vida presente dominante y práctica”. El mundo moderno, es una proyección del Demiurgo-Jehová, a través de su servidor: el judío. Este mundo virtual está poseído por el materialismo y la ausencia del espíritu divino, porque esta es la naturaleza de su “Señor”. De hecho, es la inversión absoluta de la divinidad. La contrainiciación se fundamentaría pues, básicamente, en la negación del ideal divino y de la vida futura o atemporal.

Debido a las circunstancias históricas sucedidas 150 años antes de Cristo, tras la destrucción de Cartago por Roma, esta corriente contrainiciática decide la creación de el judío como estrategia para hacerse con el poder mundial. Desde entonces, el judío habría mantenido su sangre inalterada, esto es, habría practicado una endogamia visceral. En palabras de Serrano, el judíono sería una raza, sino una anti-raza”.

Serrano afirma que la creación del judío se llevó acabo en “un Pacto de Magia Negra, posiblemente realizado en una “cohabitación mental”. Cohabitación rabínica. Los rasgos animales de los judíos nos los señalan. Cualquier rostro de dirigente, especialmente de los rabinos, muestran rasgos de un animal totémico. El pecado cometido es contra las leyes de las sagradas armonías, algo que no puede borrarse.” (...) “Por ello el judío odia lo bello en la naturaleza. Porque esta belleza es una nostalgia de Hiperbórea”.

A lo largo del tiempo, el sacerdocio judío más “puro” habría mantenido su sangre inalterada. Las diversas mezclas que habría tenido el “pueblo” judío con no-judíos, habrían sido siempre muy medidas, teniendo como único fin asegurar su política y sus planes. Según Miguel Serrano, serían una “cloaca racial”, esto es, una selección a la inversa, una selección hacia el mal y hacia lo bajo.

Algunos autores, afirman que el judío sería un ario degenerado o involucionado. Esta suposición está tomada, tal vez, de las referencias bíblicas a mitos arios, pero ya hemos visto que la ariosofía entiende esas referencias no como una herencia sino como una usurpación practicada por el judío con el único interés de desarrollar la contrainiciación y la inversión.

Hitler dice que “el judío no es un nómada, sino un parásito”. Y esto es fundamental al intentar comprender lo que el judío es según la ariosofía, pues indica que el judío nunca fue un pueblo nómada ni en el 100 antes de Cristo ni nunca jamás. Si observamos el proceder del judío, nunca lo veremos actuar como un nómada, pues jamás en la historia ha ejercido el nomadismo, sino que, por el contrario, para poder sobrevivir, siempre ha necesitado succionar la vitalidad de los pueblos. Su función sería hacerse con el poder de las naciones actuando como un vampiro, para finalmente acabar destruyéndolas. Para ello se limitaría a desarrollarse y actuar según su propia naturaleza, llevando a la práctica su política de usura, inversión de todo orden sano y estrangulamiento social y económico de su víctima.

Como hemos dicho, antes del siglo -II no hay respecto al judío ninguna mención histórica en ninguna parte. Los judíos escribieron su “Antiguo Testamento”, con “su historia”, pero es preciso insistir que ninguna crónica histórica de ninguna civilización menciona jamás la existencia del judío ni los sucesos que ellos pretenden. No existen ruinas ni restos escritos de su historia, como sí podemos encontrarlos de los hititas, los sumerios, los egipcios, los asirios, los libios o cualquier pueblo de la región del Mediterráneo oriental. El conocido como “muro de las lamentaciones” no es obra suya, ni resto de construcción judía alguna, sino ruina ciclópea de una edificación antiquísima de una civilización perdida. Sus fantasías, o su voluntad de engaño, han situado en ese lugar “el Templo”. Dato demoledor es que las crónicas egipcias jamás hablan de el judío, cuando los egipcios se destacaban por dejar escrito todo hecho histórico. De este modo, nos encontramos con que la historia de el judío sólo existe en el “Antiguo Testamento”. Pero este fue inventado y escrito por judíos hace unos dos mil años y nunca antes.

Miguel Serrano en su libro “Nacionalsocialismo” (capítulo I: la raza) afirma que “la misma Biblia no les pertenece, un documento trunco, adulterado, expoliado. Como milagro, se preservan en el Génesis algunos recuerdos antediluvianos, que han logrado sobrevivir a la falsificación. Los judíos conocieron retazos de este documento incompleto, luego llamado “Génesis”, y se lo apropiaron tal como harían muchos siglos después con la Kábala germánica, con el “Libro de las Tres Madres”. Por esto en la Biblia no podemos descubrir nada auténtico sobre el origen verdadero del judío”.

En un librito titulado “Manifiesto de los Eternos al planeta tierra”, referente a la misma cuestión bíblica y su origen, se afirma que “...utilizan la Biblia sin saber cómo fue escrita realmente. Hace casi dos mil años fue compilada por personas que no estaban capacitadas ni para saber sus propios idiomas, mucho menos para traducir e interpretar idiomas como el ario del hindustán, el sánscrito, el egipcio, el griego, el persa y otros. La Biblia no relata la historia de los judíos como muchos piensan, contiene relatos de pueblos asiáticos y otros. Los relatos atribuidos a los judíos son en su mayoría pertenecientes a otros pueblos”.

El Profesor Herman Wirth, fundador de la Ahnenerbe, creía que el judío habría sido una tribu de esclavos que vivió en la periferia de la hipotética gran civilización aria del Gobi y que cuando esta civilización desapareciera en un cataclismo, el judío habría seguido como esclavo o parásito-paria el éxodo de los arios (Este dato puede referirse más bien a los antecesores del judío en el servicio del Demiurgo, pues el judío como “pueblo” no existía entonces). Posteriormente, siguiendo esta teoría, el judío se habría apoderado de algunos documentos arios y los habría falseado, inventándose su propia historia nacional, sobre textos sagrados que en muchos casos no hacían referencia a hechos históricos sino iniciáticos. Pero el judío lo equivocaría todo. Serrano afirma que “los judíos se apropiaron todo, destruyéndolo, falseándolo, cambiando el sentido espiritual y geográfico y haciendo desaparecer la conexión extraterrestre y el origen del gran drama del descenso de los arios nephelin a combatir al Demiurgo en este astro. Y transforman esos documentos, que ellos han llamado “Biblia”, en un hacinamiento de historias agregadas en “historia nacional judía”, donde se apropian y falsifican todo, haciendo aparecer a David, a Salomón, a Moisés, como seres reales y como judíos. Siendo que no lo fueron”.

Llegando al fondo del misterio, la ariosofía descubriría el horror de la conspiración ante la que nos enfrentamos. Los judíos más “puros”, en su impureza, son quienes conforman el “Sanedrín Secreto de Israel”: engendros de la Bestia, hijos del “Pacto Satánico”, la sodomita “aristocracia racial judía”, creaturas y servidores de un Demiurgo-Demonio.

sábado, 11 de septiembre de 2010

La negacion de la existencia de las Razas.


Hoy en día la negación de la raza en la comunidad científica es tan normal como la negación de que la homosexualidad es una patología mental en la comunidad psicológica. Inclusive se utiliza como argumento que “puede existir más diferencia genética entre dos blancos que entre un blanco y un no-blanco”.

Ambos casos se deben a un mismo fenómeno, no científico sino más que nada político, que es la censura científica de todo lo que pueda llegarse a utilizar para socavar el orden de lo “políticamente correcto”. Así vemos como, mientras muchos científicos niegan la existencia de las razas humanas, al mismo tiempo la utilizan en el campo de la investigación como un factor a tener en cuenta.

Se nos plantea así un raro escenario donde, mientras la raza es “científicamente” negada al público, la ciencia avanza cada vez más en este campo, incluso aprovechando los resultados del Proyecto Genoma, que abrió el camino a la investigación de ADN humano, para producir avances médicos basados en cadenas genéticas individuales de cada raza.

También es notable que en todo el mundo, más que nada en los EEUU, la policía utilice el análisis de ADN para detectar, no sólo la raza de un criminal, sino también la sub-raza y posibles mestizajes para obtener el perfil físico. A pesar de que se usa regularmente y ayudó a resolver muchísimos crímenes de forma exitosa, este método, por supuesto, está intentando ser prohibido constantemente por organizaciones anti-racistas, algunas veces alegando racismo otras veces alegando que las razas no existen.

Si fuera verdad que la raza no existe, o que puede existir más diferencia genética entre dos blancos que entre un blanco y un no-blanco, ¿cómo puede entonces utilizarse el ADN para identificar racialmente y de forma tan precisa a una persona? ¿cómo puede utilizarse el ADN para diseñar tratamientos médicos individuales para diferentes personas de diferentes razas?.

Si la raza es a-científica, entones se podría acusar a la policía y a los científicos de practicar brujería o magia en sus investigaciones, ya que la raza esta presente constantemente como factor y los resultados de esas investigaciones son exitosos. Totalmente incoherente, pero así es la Inquisición del siglo XXI, de la que no se salvan ni los científicos.

Simplemente entendemos que las sociedades más fuertes, dinámicas y avanzadas del mundo son las sociedades democráticas tolerantes e igualitarias.

Aristóteles se equivocó en muchas cosas, en lo que dijo: Que pensaba que en cualquier estado, la armonía y la democracia no son posibles más que si existe una homogeneidad y una connivencia étnicas, un parentesco cultural y racial. En eso estaba en lo cierto, porque las sociedades más homogéneas como Islandia; Noruega, Japón y Costa Rica, son las sociedades del mundo con el índice más bajo de criminalidad.

El sociólogo negro sudafricano, de etnia Zulú, Kredi Mutwa, escribía en su libro My People: “Negar las diferencias fundamentales entre los negros y los blancos, es negar la naturaleza y la vida. Es tan estúpido como decir que la feminidad y la masculinidad no existen. Aquí se descubre una falta de sentido común en el hombre occidental. El hombre negro acusa en sí mismo más que el blanco su personalidad racial y es por naturaleza más reticente a aceptar la utopía de un hombre universal”

Lo ha escrito un negro y está a favor de que existen las razas humanas, dice que negar eso es negar la naturaleza y la vida, y se le ve que no tiene ninguna intención de creer en un hipotético hombre universal mezcla de todas las razas, se siente a gusto siendo negro y lo manifiesta.

La antropología tradicional y la taxonomía, siguen siendo válidas, porque cuando se estudia la sangre de una población, en sus haplotipos, primero se hace una selección de las personas a estudio que mejor coincidan con lo catalogado por la ciencia racial, la antropología y la taxonomía, para definir determinada raza. Así que la antropología tradicional tiene todavía mucho que decir, sin ella hubiese sido imposible catalogar por los haplotipos a las diferentes razas humanas.

El biólogo evolutivo de la Universidad de Reading, Mark Pagel era uno de los científicos que pensaban que las razas humanas no existían, Pagel ha cambiado totalmente de opinión diciendo:
"Hay una censura muy intensa en la manera que se nos permite pensar y hablar de la diversidad de gente en la Tierra. Oficialmente, "somos todos iguales: no hay razas". Erróneo, como las viejas ideas sobre la raza; los estudios modernos sobre el genoma revelan un panorama sorprendente, apasionante y diferente de la diversidad genética humana. Por término medio, unas razas somos genéticamente similares a otras en un 99,5%. Este porcentaje no es el que se barajaba antes; es menor que el calculado previamente, que era del orden del 99,9%. Para poner en perspectiva esta diferencia, que puede parecer minúscula, hay que subrayar que genéticamente somos similares en alrededor de un 98,5%, o puede que más, a los chimpancés, que son nuestros parientes evolutivos más próximos. En otras palabras, este nuevo porcentaje reviste gran importancia para nosotros. Entre otras cosas, deriva de muchas diferencias genéticas pequeñas que se han conocido a partir de estudios comparativos de poblaciones humanas. Todo esto significa guste o no, que puede haber muchas diferencias genéticas entre poblaciones humanas, incluso diferencias que podrían corresponder a la antigua clasificación por razas, y diferencias que son reales, en el sentido de que hacen a un grupo determinado mejor que otro a la hora de dar respuesta a un determinado problema particular del medio en que se desenvuelve. Esto no quiere decir en modo alguno que haya un grupo que en general sea ‘superior’ a otro, o que un grupo debería ser preferido sobre otro. Ahora bien, nos pone sobre aviso de que debemos estar dispuestos a hablar de diferencias genéticas entre poblaciones humanas".

Diferencia entre el ADN de diferentes razas humanas:

Les han obligado a decir a los científicos bajo amenazas de despedirlos y aun cosas peores, a decir que la diferencia entre los humanos en el ADN es de 0,01%, pero esto no es verdad, el chimpancé es el animal evolutivamente hablando más parecido al hombre y nos parecemos en un 98,4%, luego la diferencia es de 1,6% y nos separamos hace 6 millones de años.

Los humanos se separaron de un grupo homogéneo hace 120.000años, se sugiere que estaban en África, no por otra cosa porque el cráneo homo sapiens más antiguo vivió en África, pero sabemos que ya había habido homínidos en Eurasia hacía muchos miles de años atrás, pero desde hace 40.000años se aceleró la evolución, sobre todo desde hace 10.000años en que se cambió el 7 % del ADN. Si la evolución desde hace 6 millones de años hubiese ido a esa velocidad, nos diferenciaríamos ahora de los chimpancés en 160 veces más.

160*1,6 = 256% .........256% / 6 = 42,666% en 1 millón de años. Por una sencilla regla de tres, tenemos que: 42,666% es a 1 millón de años como x es a 10.000ños, por tanto, x = 0,42666% .

Si la evolución hubiese ido menos rápida tendríamos: 1,6% / 160 = 0,01 % ; por tanto en 5,99 años * 0,01% = 0,0599%, pero este dato es menor que el real, porque no cuenta que la evolución se aceleró hace 40.000años. Vamos a suponer que se aceleró a la décima parte que ahora, sería 16*1,6% = 25,6%, en 6mill. será: 25,6/6 = 4,2666 % en 1 mill. de años; aplicando una sencilla reglade tres: 4,2666 es a 1 mill. como x es a 0,03 mill. x= 0,128%; por tanto la diferencia entre el ADN de diferentes razas es:

0,42666% + 0,128 + 0,0599% = 0,61466% de diferencia entre humanos que en realidad, un poco más y seríamos especies diferentes.