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Dr. Hans Bähr, Alemania.
Europa como comunidad en su lucha vital.
Siglos ya hace que los pueblos europeos se sienten como una comunidad cultural que encuentra en su más sublime expresión en el hecho de que los grandes maestros del pensamiento, del color o del sonido gozan de admiración general en todo el continente y se sintieron también a menudo entre si como fuerzas complementárias, tendiéndose la mano por encima del tiempo y del espacio para constituir juntos una alianza fructífera. La filosofía griega, la pintura española, el renacimiento italiano, la matemática francesa, el clasicismo alemán, son manifestaciones todas admiradas en Europa entera como fruto de raíces comunes y comprendidas como construcción elevada sobre postulados también comunes. Ha sido preciso que llegaran nuestros días para que una voluntad potente que todo lo arrastra colocara a esta comunidad cultural ante el problema de, o convertirse en una comunidad combativa o perecer, de, o luchar juntos o aniquilarse separados. Forjar a Europa un día como comunidad vital duradera partiendo de esta contienda decisiva por su existencia, es el cometido histórico que a nosotros, los jóvenes, nos compete en los decenios próximos.
El sino eterno nos ha situado dentro de una vivencia temporal de mayor significación para la historia europea, en general, que cualquier otro acontecer desde la aparición del cristianismo en el mundo de la antigüedad clásica.
Para nosotros todos, en tanto que soportes de un proceso tan gigantesco, ha de ser instructivo aprehender, también espiritualmente, los elementos de su devenir y conocer así las leyes profundas de este fenómeno, el mas notable de nuestra propia historia.
Concentremos nuestros pensamientos en torno a aquéllas leyes que obran en lo mas intimo de los procesos históricos y que determinan también el nacimiento del nuevo orden de la comunidad europea. Estas leyes pueden resumirse en dos formulas:
Primera:
La fuerza mas potente en la vida de los pueblos es el instinto de conservación y el de procreación.
Segunda:
El único camino que hace posible el desarrollo del instinto de conservación es la lucha, fenómeno que domina el universo entero de los seres vivientes.
Estas leyes eternas de la naturaleza no pueden ser conmovidas por el hombre, ni hay ideología o resistencia que las afecte. Estas leyes determinan la lucha por la vida de los individuos tanto como la de los pueblos y la de la naturaleza entera, cuya unidad viva ha sido puesta de manifiesto convincentemente en los últimos años por el gran filosofo alemán Ernst Krieck.
Veamoslo en detalle:
1. Toda planta y todo animal obedecen al impulso irresistible de la conservación y de la procreación, y no pueden vivir sino como fenómeno combativo. El suelo en el que la planta hinca sus raíces contiene solo una cantidad determinada y limitada de las sustancias alimenticias que el reino vegetal precisa. Innumerables son, sin embargo, las plantas que quieren crecer en el. Algunas de ellas logran asegurarse las materias alimenticias necesarias; otras no.
Las unas florecen, mientras que las otras mueren. Por su parte, las mas fuertes se desarrollan sobre la base del nitrógeno del suelo procedente del proceso de descomposición de otras plantas muertas. También en el mundo vegetal solo de la lucha surge eternamente la vida. La misma ley domina el reino animal. Todo lo viviente lucha, y también el hombre, en tanto que ser viviente de la naturaleza se halla sometido a la misma ley de hierro.
Solo en eterna lucha se ha hecho grande la humanidad.
También en ella decide aquella ley natural que, en una suerte de prueba continua, da el triunfo en este mundo al derecho mas natural, a saber, al derecho de la decisión combativa, el cual -según nuestra intima convicción- visto bajo la perspectiva de la permanencia histórica, es también siempre el derecho de la capacidad innata. Esta ley permite triunfar, simultaneamente con el mas fuerte, al mas valeroso y al elegido. Al débil, enfermizo del cuerpo, empero, y también - gracias le sean dadas a dios- al intelectual, degenerado de alma, esta ley acostumbra a aniquilarles históricamente en consecuencia radical.
2.La lucha de la naturaleza no se lleva nunca a cabo por seres aislados, sino siempre por asociaciones, por especies o grupos animales o vegetales o por comunidades Humanas. En esta contienda el individuo figura siempre como representante de un grupo mayor y no como fenómeno autónomo, un hecho que diferencia fundamentalmente nuestra idea de la lucha por la vida de otras teorías pretéritas sobre la misma. La ideología liberal del individuo aislado no coincide con la realidad. Por doquiera que sigamos la huella del hombre, incluso en las épocas prehistóricas, nunca le encontramos como ser autónomo, y aun en los tiempos mas remotos no podemos hallarle casi nunca, sino en tumbas situadas unas junto a otras.
Sus mismas condiciones naturales de conservación y procreación no le permiten vivir sino en comunidad con otros seres humanos de una generación mas. Con ello nos situamos conscientemente en una oposición insuperable frente al liberalismo y frente a la por él proclamada autarquía del individuo. Este conocimiento de que el instinto de conservación de los seres solo en asociaciones puede cumplirse eficazmente a través de la lucha, nos pone frente a un concepto que hoy por primera vez quisiéramos insertar como piedra básica en el pensamiento europeo: El concepto de la asociación fundada sobre la lucha por la vida.
3.La magnitud cuantitativa de estas unidades que llevan a cabo la lucha por la vida puede ser sumamente varía. Es corriente especialmente en el mundo humano, la expansión por la reunión de unidades menores en asociaciones mayores. la norma directiva para ello habrá de ser la de la eficacia en la lucha por la vida, en el sentido del logro de posibilidades de mando que aseguren un éxito mayor. Que esta motivación obre, consciente o inconscientemente, no es decisivo para nuestras consideraciones.
4. Por mucho que varié el tamaño de las asociaciones, las reglas que determinan "A" (Fuerza) y "B" (Su estructura en la lucha por la vida) son invariables y permanentes.
A) Al igual que la fuerza física, tampoco puede elevarse la fuerza de los seres vivientes en sus asociaciones a eficacia máxima sino por la unión intima, mientras que la diseminación en una serie de corrientes aisladas centrifugas produce siempre debilidad. Bajo el punto de vista histórico, la unión cerrada de las energías de una asociación basada en la lucha por la vida es siempre fundamento de grandeza, al contrario de la división que equivale siempre a decadencia. Para una asociación basada en la lucha por la vida tiene, pues, validez la siguiente ley de energía; Cohesión interior crea fuerza hacia el exterior, y viceversa.
B) Esta cohesión ha de comprenderse en lo esencial como una unidad de dirección de las fuerzas del deseo y de la voluntad que nacidas del instinto de conservación, se expanden en el medio ambiente, unidad de dirección que conduce después también a ciertas formas unitarias.
Esta dirección no es, empero, como no lo es en la asociación animal, una uniformidad de todos los miembros ni un fenómeno unitario según el principio de estructuración de los elementos en química. Como es sabido, también la asociación animal se compone asimismo de seres múltiples y diversos. Con ello queda formulada la ley estructural de tales asociaciones: Fuerzas diversas confluyen en una acción unitaria en cuanto a la dirección.
5. La diversidad de los miembros de la asociación no es solo una diversidad en lo que a las condiciones naturales se refiere, sino también en lo que al valor afecta, para el cual no podemos considerar como medida en este momento sino la diversa aptitud de los individuos en la lucha común por la vida. La naturaleza entera se halla edificada sobre la base de esta idea aristocrática fundamental.
6. Otra idea de carácter decisivo: En una asociación de este tipo no solo dependen los miembros de la misma en su existencia de la existencia de la totalidad, sino que participan además por termino media e invariablemente de la fuerza ascendente o descendente de la totalidad. Por esto, nunca podrá servir mejor a lo que puede llamarse su propio provecho, que dejandose guiar por el instinto que les lleva a colaborar efectivamente en la asociación.
El provecho de la totalidad es también el provecho del individuo, así como la catástrofe de todos es el peligro para todos.
7. Una asociación basada en la lucha por la vida es mas fácil de reconocer desde fuera que desde el interior. Es en sus fronteras, y como consecuencia de que allí se estrellan las fuerzas enemigas, donde la asociación alcanza consciencia singular de su unidad.
8. El hombre es el único ser viviente al que ha cabido la bendición de recibir los dones del fuego "prometeico". Solo el posee con el libre albedrío y con la capacidad creadora la posibilidad de hacer historia, y solo el es capaz, por eso, de desarrollar una forma de asociación exclusivamente suya, que ni el animal ni la planta conocen: La asociación para la lucha por la vida, sublimada a la categoría de comunidad por la Historia y por la energía creadora.
Esta asociación para la lucha por la vida, elevada como queda dicho, a la categoría de comunidad en el hombre, se halla sometida, en tanto que fenómeno natural, a las mismas leyes que las otras asociaciones de los seres vivos. En la comunidad humana, empero, y dad la capacidad del hombre para la formación creadora de la Historia, estas leyes adquieren un sello característico único y que solo existe en el hombre.
Ahora bien, ¿Que significan para la unificación de Europa estos 8 hechos fundamentales de los procesos vitales vegetales, animales y, sobre todo, Humanos?
La respuesta decisiva a esta cuestión puede darse inmediatamente y con una sola frase: Europa es una asociación para la lucha por la vida y, por tanto, una comunidad vital.
La Historia Europea, por su parte, es el libre juego de fuerzas debatiéndose por precisar definitivamente la forma que hoy vive su alumbramiento.
Por primera vez en los tres milenios de Historia Europea ha avanzado Europa como realidad en la esfera de la clara consciencia. Retrospectivamente, vemos hoy repentinamente estos tres milenios como una acción de trazos esencialmente unitarios, es decir, como una acción Europea. Las magnas figuras geniales de la política, los héroes incomparables de la guerra y los espíritus únicos de la cultura, del arte y de la ciencia que han conducido e interpretado a nuestros pueblos desde la primera olimpiada de los griegos hasta nuestros días, desde la batalla de Maratón hasta el frente ruso actual, todos ellos han sido fuerzas de un proceso unitario en sí y, a pesar de su diversidad, todos factores comunes en el juego europeo.
Tan grandiosas percepciones del acontecer solo acostumbran a madurar en grandes espacios de tiempo. De igual manera que el hombre ha precisado de un desarrollo de amplias proporciones temporales para darse cuenta de la conexión entre la fecundación y el alumbramiento, o, para tomar otro ejemplo, de igual manera que el conocimiento del valor y de la esencia del carácter nacional de los pueblos no se ha desenvuelto sino muy lentamente, así también solo rasgo a rasgo, en el curso de los siglos, se ha conocido y comprendido la comunidad Europea de lucha por la vida.
Ya Platón habló de Europa, y tras él una y otra vez ha habido espíritus proféticos aislados que han percibido la corriente europea fundamental bajo el ir y venir de las olas de nuestros pueblos. En las horas del peligro máximo los pueblos han encontrado también por si mismos el camino de la defensa común, pero solo para separarse después, una veza pasada la angustia del momento, y para retornar a la lucha recíproca.
Europa como comunidad vital coincide hoy en el espacio del continente habitado por nosotros los europeos. Como sabemos, esto no fue siempre así.
Cuando la magnifica Grecia soportaba todavía sola a Europa sobre sus hombros Olímpicos, luchando en su forma inolvidable en Maratón, en las Termópilas, en Salamina y Eurymedón en defensa del templo de Europa contra los ataques de elementos extraños; El espacio sobre el que tenía lugar la contienda era tan limitado, en comparación con el de hoy, como limitado era el numero de los defensores de la esencia europea, en comparación con el de nuestros días. La Roma clásica, que mas tarde iba a tomar en su mano robusta la antorcha europea, vivía ya en dimensiones harto mayores. La mirada de Escipión, de César y de Augusto, abarca dimensiones europeas incomparablemente mayores, en el suelo y población, de lo que un día pudieran hacer los ojos de Milcíades, Temístocles, Leónidas y Cimón. Del encuentro del arte del Estado Romano con el anhelo Germano creció Europa, de nuevo en medida multiple. En todos los estadios, empero, que hubo de atravesar este desarrollo en su curso posterior, siempre el impulso instintivo de las generaciones contemporáneas fue el de establecer entre las cantidades espaciales y biológicas de Europa aquella relación que se estimaba como adecuada para asegurar la realización de la lucha vital de todos. Esta proporción fue un día la Hélade y hoy abarca todo el continente que nosotros llamamos NUESTRO CON DERECHO SAGRADO, después de que la espada y el arado de nuestros pueblos lo han conquistado en contienda rudísima.
También la Europa de la antigüedad clásica Griega, y mas tarde Romana, fue ya una comunidad de lucha por la vida.
Sin embargo, y a pesar de grandiosos momentos comunes, Europa se desmembró una y otra vez en asociaciones menores en lucha unas contra otras, un hecho tan necesario como fatal para el desarrollo tan beneficioso de los elementos nacionales.
Hoy, empero, se ha logrado por primera vez el estadio de la cohesión consciente. Movidos por este conocimiento de la unidad de Europa, tenemos hoy la obligación de sacar las consecuencias de ello, de considerar terminadas para siempre las guerras civiles del pasado y de pasar a la conformación consciente de la substancia común en un futuro también común. Con ello no quiere decirse que a continuación haya de comenzar en Europa una época de pacifismo. La voluntad combativa del europeo, empero, no se desgastara ya en discordias internas, sino que se pondrá al servicio de objetivos comunes y poseerá, sobre todo, un campo nuevo de actividad humana positiva en la lucha por las obras de la paz, de la educción, de la economía, de las artes, del deporte y de otros terrenos.
Para nosotros, a los que, en tanto que hombres de la comunidad vital europea de este continente, la historia universal nos ha llamado a la realización de tal obra, ha de revestir significación máxima que emprendamos esta tarea prescindiendo de toda suerte de fantasmagorías y obedientes exclusivamente a aquellas leyes que acabamos de exponer como reglas determinantes de todo suceder vital y que, por tanto, deciden, junto con la omnipotencia de la naturaleza, del éxito de nuestros esfuerzos.
De ello se deduce:
1. De hoy en adelante los pueblos europeos no podrán realizar, ganar o perder su lucha vital sino en común. Nadie tiene ya la posibilidad de dudar de ello, e incluso los intelectuales de Zürich suelen no cerrarse a esta idea. Tanto el desenvolvimiento interno de la situación europea, como los acontecimientos del suceder mundial que hoy tiene lugar bajo dimensiones planetarias, han provocado para Europa aquel estadio de madurez en el que, o bien ha de sacar de su cohesión todas aquellas consecuencias sin las cuales una asociación para la lucha por la vida no puede combatir victoriosamente, o bien ha de hundirse en la desmembración y la debilidad. Un ejemplo verdaderamente heroico de ello nos ha sido dado por Finlandia. A pesar de su grandioso heroísmo y a pesar de su resistencia fanática, Finlandia se hubiera visto perdida sin remedio si Europa en su totalidad no hubiera emprendido la lucha vital contra el enemigo común y no hubiera salvado con ello a esta nación.
Los pueblos de nuestro continente constituyen hoy una comunidad de vida en el mas alto sentido de la palabra. El contenido de nuestra labor común ha de ser en el futuro que Europa después de terminar victoriosamente esta guerra no se desmorone de nuevo, sino que en un intercambio fructífero de fuerzas se fortifique mas y mas en su unidad en todos los terrenos de la vida. Los frutos de ello han de beneficiarnos a nosotros y, consecuentemente, también a nuestros pueblos. Si no nos hallamos a la altura de esta misión, la historia universal nos atropellara en virtud de sus leyes naturales con aquella dureza con que responde implacablemente en todos los tiempos a los débiles en la lucha por la vida.
2. También la comunidad europea de lucha por la vida se mantiene en dos polos: el de su unidad y el de sus miembros. Esta comunidad no es un sistema de partículas uniformes, sino que se halla plena de centros y peculiaridades nacionales, que confluyen en el ordenamiento europeo en una acción común. El florecimiento de la totalidad europea solo es concebible por el camino del desarrollo de las partes nacionales, es decir, de los pueblos de nuestro continente. En la riqueza abigarrada de sus valores culturales, sobre todo, vemos nosotros la mas bella manifestación de la plenitud interna de la esencia europea.
No menos decisivo es, desde luego, el segundo polo, es decir, la existencia del todo, la existencia de Europa.
De la tensión entre ambos polos se forma la idea europea de la comunidad.
3. En consideración de la común lucha vital de la comunidad europea frente a todos los fenómenos europeos, ponemos nosotros en vigor, en la ejecución de las leyes naturales combativas, una actitud fundamental determinada.
Como positivas han de estimarse todas aquellas fuerzas que tienden a la unificación europea y que, por tanto, sustentan y aumentan la fuerza total europea; como negativas a todas las corrientes que impulsan hacia la disgregación y que amenazan, por consiguiente, acarrear la derrota de todos en la contienda común. Solo en la unificación se halla también para Europa la fuente para el mantenimiento de la vida. Ante el frente ruso y ante el monstruo rojo de Moscú, ojala que todos los europeos acierten a comprender, precisamente hoy en su aplicación a nuestro presente, la ley del desenvolvimiento de la energía de las asociaciones para la lucha por la vida que antes diseñábamos: ¡Solo la cohesión hacia dentro trae consigo fuerza permanente hacia el exterior!
4. La diversidad de los hombres nacida del pensamiento, fundamenta el carácter aristocrático que reina en la naturaleza; esta diversidad que el conocido pensador Castro-Rial ha enraizado con éxito en la ideología de la Falange, es un fenómeno general en el interior de los pueblos. Consecuencia de ello es que frente al pensamiento de la unidad europea, como frente a toda otra idea, la reacción del hombre nunca es uniforme. Tres grupos podemos distinguir en ella:
A) El de aquéllos que conciben con toda claridad y que sustentan este pensamiento.
B) El de los que se oponen a él.
C) La amplia masa del pueblo, cuya posición se halla determinada en lo esencial por elementos directivos.
5. Ya antes hemos aludido al hecho de que el hombre, a diferencia de otros seres vivientes, dispone de la posibilidad del libre albedrío y de la capacidad creadora y que, consecuentemente, llega a una forma de la asociación para la lucha por la vida que le es propia: La comunidad.
El libre albedrío permite la formación y la educación de la voluntad de los pueblos; la capacidad creadora, por su parte, es la presuposición de que hombres para ello destinados se pongan manos a la obra, para señalar a la masa que busca orientación el camino justo y para dar por medio del influjo directo a la voluntad de millones de personas el curso mas provechoso para la lucha común por la vida. Ello implica una misión grandiosa conferida en sus pueblos al impulso conformador de los soportes de la unificación europea. Esta misión reza: Educación para Europa y conformación de los ánimos en el sentido del conocimiento de la comunidad de la lucha vital de todos los europeos.
6. Sabemos bien que varios sectores de una clase social sin entusiasmos adoptan frente a la idea europea una actitud tan indiferente como frente a toda otra grande idea. Tanto mas enérgicamente, empero, atraen hacia si las señales de la unificación europea a todas las fuerzas del presente seguras de su instinto. Europa escoge por si misma, de esta suerte, a aquellos que por sus condiciones naturales son los mas adecuados factores de la unificación europea. Se trata una vez mas del eterno y saludable proceso de selección de la naturaleza.
7. Llegará la hora en que la comunidad europea para la lucha por la vida será reconocida generalmente en sus derechos y obligaciones, de igual suerte que los dogmas de una religión en sus épocas mas potentes. Hoy, en los momentos de su ascenso revolucionario hacia la grandeza se muestran ya en la contienda las fuerzas que llevan aquella comunidad en lo mas intimo de su esencia y que, por esto, se hallan llamadas a obrar un día directivamente en Europa. De su seno surgirán los hombres que, junto con el amor a su propio pueblo, cuidaran y sustentaran también todo aquello que la comunidad europea forma y mantiene. Esta selección europea no esta compuesta de caracteres indefinidos y desarraigados nacionalmente, sino de nacionalistas apasionados que por amor a su pueblo se han decidido por Europa, La guerra es también aquí la dura prueba de la naturaleza, que antes de que comience la gran labor creadora común europea de la paz, lleva a cabo de nuevo un examen aplicando para ello la medida mas rígida.
Con ello quedan puestas de manifiesto, algunas de las grandes conexiones existentes entre las leyes de índole natural que rigen la vida de los pueblos y la unificación europea.
Los pueblos son siempre tal y como es su mando. La selección europea tiene el deber de cuidar que este conocimiento sea tenido en cuenta y realizado consecuentemente por la generalidad. Con ello asume una responsabilidad de proporciones verdaderamente extraordinarias. La guerra en el frente ruso es la mejor escuela que pudiera pensarse, precisamente porque es la mas dura. Todavía en la ultima guerra había leyes reconocidas por los adversarios como vinculantes. En la lucha contra el bolchevismo ya no ocurre así. Aquí rige exclusivamente la fuerza pura, sin merced y sin escape. Este fenómeno, que tan intensamente hemos vivido en los meses subsiguientes al 22 de junio de 1941, nos ha llevado hacia las grandes y eternas leyes de la naturaleza con la fuerza coactiva de la realidad.
Ojalá que el futuro no olvide nunca esta lección, para que las generaciones venideras tengan para siempre en cuenta lo que el propio destino nos ha dicho a nosotros, europeos del presente: En la lucha por la vida de la naturaleza en general, y exactamente lo mismo en la contienda eterna de la humanidad, decide en ultima instancia exclusivamente la dureza y la fuerza. Las próximas juventudes europeas, sobre todo, no deben pasar nunca por alto, por muchos conocimientos que posean, el rango claramente dominante de estas potencias naturales. Aplicado a ellas tiene validez redoblada la exigencia que un día proclamara Nietzsche: ¡Alabado sea lo que hace duro!
Los soportes de la lucha europea por la vida, se hallan tanto mas obligados a la mayor intensificación posible de estas virtudes cuanto que en esta coyuntura histórica ruedan incesantemente los dados que deciden de acontecimientos de amplitud universal.
Nuestro aliado el Japón se halla en su lucha por la gran comunidad vital asiática ante un cometido semejante al nuestro. En torno a estas dos comunidades de lucha por la vida del Pacto Tripartito, se cristaliza ante nuestros ojos un mundo nuevo.
En cientos de milenios se ha alzado el hombre sobre los animales en lucha continua y lentamente. Larguísimas épocas ha precisado para la creación de los instrumentos mas sencillos y para poner el fuego al servicio de su lucha por la vida. Hasta los comienzos de la época moderna no acertó, puede decirse, a insertar técnicamente en su lucha sino aquellos elementos auxiliares del medio ambiente que le eran accesibles por la utilización de los animales y de las plantas. Solo desde hace relativamente poco tiempo ha logrado desencadenar las energías minerales del petroleo y del carbón, poniendo a su servicio técnicamente nuevas y poderosas fuerzas naturales por medio de la maquina de vapor y de la electricidad. Con ello ha tomado el hombre por primera vez posesión en sentido propio de la tierra, poniendo en movimiento una transformación verdaderamente revolucionaria de todos los conceptos del tiempo y del espacio. Después de la consecución de las materias primas y, consecuentemente, de las fuentes de energía de estas nuevas fuerzas, una expansión fatalmente necesaria ha dado impulsos complementarios de extraordinaria amplitud al instinto de conservación de los pueblos jóvenes. Así, nosotros, los europeos de hoy, nos encontramos en un mundo lleno de cambios y transformaciones, en el que se cruzan en proporción hasta ahora desconocida derrumbamientos y nuevos alumbramientos, y en el que el espíritu "prometeico" de la humanidad ha puesto al servicio de su lucha por la existencia medios técnicos en medida hasta ahora ignorada.
En medio de estas tormentas, conscientes de nuestra misión y con fe en nuestra propia fuerza, construyamos según leyes eternas la comunidad europea, firmes de carácter, inquebrantables y duros. Esta comunidad debe abarcar a todos los pueblos europeos despiertos a la luz, debe proteger su existencia, elevar el nivel de vida de sus millones de habitantes y ademas de ello reunir las capacidades y energías de nuestros pueblos, para que de esta suerte se aporten los frutos que solo una labor total europea puede producir. Ojalá que sobre la base de este fundamento común de nuestra vida europea pueda lucir con nuevo resplandor creador la luz imperecedera del arte europeo, de esa potencia que, como la mas noble que se eleva sobre la contienda y la discordia de nuestra existencia combativa, acierta a sanar las heridas y a dar nueva claridad a los fines.
Y así, nos ponemos en linea de combate para plasmar una comunidad duradera para la familia de los pueblos europeos, comunidad por medio de la cual estos puedan llevar a cabo con el mayor éxito la lucha por la vida de todos los europeos, no solo para existir y para reproducirse, sino, sobre todo, para cumplir grandiosa y victoriosamente su misión cultural, única en esta tierra.